Se calcula que pasamos unos 27 años de nuestra vida durmiendo aproximadamente, razón  más que suficiente para hacerlo de la forma más saludable para nuestro cuerpo en general y nuestra espalda en particular.

POSTURAS AL DORMIR

Lo primero que hay que recalcar es la importancia de una buena almohada y un colchón adecuado (depende de los gustos de cada persona y de las características de la espalda, pero lo más recomendable es que ambos sean de dureza intermedia, ni muy duro ni demasiado blando). Cada persona necesita un tipo de almohada en función de la forma de su espalda, lo ideal es mantener el cuello en posición recta respecto al resto de la espalda. El colchón debe cambiarse cada 10 años como máximo, ya que después de este tiempo pierde sus funciones y propiedades.
A continuación veremos cada una de las posturas más comunes a la hora de dormir para saber cuál es la más y la menos indicada para proteger la espalda y para un correcto descanso.

Decúbito lateral

«De lado»es la postura ideal, sin duda la más aconsejable y la más saludable para nuestra espalda. El 40% de la población aproximadamente duerme en esta posición. Podemos elegir cualquiera de sus variantes (posición fetal, con una pierna flexionada y otra estirada…). Es la posición menos agresiva para la espalda ya que respeta las curvas fisiológicas de la columna vertebral y favorece una alineación armónica de las curvas. La espalda permanece en posición neutra en esta posición. Es esencial que la cabeza quede bien apoyada en la almohada y en posición neutra, ni alta ni baja, alineada con el resto de la columna. Para terminar de mejorar esta postura y que sea perfecta, se recomienda colocar un pequeño cojín entre las piernas a la altura de las rodillas.

Decúbito supino

«Boca arriba»: no es la más aconsejable pero tampoco es la más perjudicial para la espalda. Se calcula que un 25% de la población elige esta postura para dormir. Para que esta postura fuera más correcta y no dañara tanto la espalda, se debería colocar un cojín debajo de las rodillas para que queden ligeramente flexionadas, ya que si están totalmente estiradas se tiende a arquear la espalda, aumenta la curva lumbar y no reposa bien sobre el colchón. Al colocar un cojín bajo las rodillas, se produce en la pelvis un movimiento de «retroversión» que disminuye la hiperlordosis lumbar. Añadir además que esta posición dificulta la respiración y provoca la aparición de ronquidos.


Decúbito prono«Boca abajo»es la menos recomendada y la más perjudicial para la espalda. La utiliza un 19% de la población aproximadamente. Al dormir en esta posición provocamos un aumento de la curva lumbar (hiperlordosis lumbar). Está contraindicada porque aumenta la tensión de toda la cadena muscular de la espalda, comprimiendo toda la red nerviosa y vascular. Además, para poder respirar, esta postura nos obliga a girar la cabeza para alguno de los dos lados, lo que genera tensión y contracturas a nivel cervical. La manera de reducir los efectos negativos de esta posición sería colocando un cojín debajo del abdomen para disminuir la curva lumbar. Además, la caja torácica tiene limitada la expansión en esta postura por lo que se dificulta la respiración.Un buen descanso es indispensable para evitar dolores de espalda y es vital para mantener cuerpo y alma en buen estado durante todo el día. Un sueño corto o de mala calidad puede desencadenar graves trastornos físicos y mentales además de un malestar general durante el resto del día.
Para terminar una frase representativa de todo lo dicho anteriormente:«tu cuerpo necesita entre 7 y 8 horas de sueño al día y no hay medicación o alimento que lo sustituya».

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El escafoides en un hueso de la mano situado en la primera hilera del carpo. El mecanismo de la fractura se suele producir por una caida sobre la palma de la mano con hiperextensión de muñeca. Su ubicación hace que, ante un agente traumático, quede atrapado entre el hueso grande y el radio.

El trazo normal de la fractura del escafoides es en el cuello o en el polo superior del escafoides. Suele pasar desapercibida, por lo que existe riesgo de que se instale una pseudoartrosis a causa de una mala vascularización del polo superior o proximal.

El mejor pronóstico se establece cuando son más distales.

Sintomatología:

Dolor y edema en la muñeca y en la columna del pulgar.
Dolor a la palpación, en la tabaquera anatómica.
Dolor a la compresión axial de la columna del pulgar.
Los signos pueden aparecer con un tiempo de retraso.
Se efectúa inmovilización con escayola durante 3-4 meses y tratamiento conservador. Se recurre a la cirugía en caso de complicaciones, como fracturas conminutas o fracturas del polo proximal, que debido al déficit de vascularización en esa zona la consolidación se verá dificultada, pudiendo aparecer pseudoartrosis o necrosis.

Tras la retirada de la inmovilización es conveniente realizar rehabilitación:

Movilizaciones analíticasde los huesos del carpo, radio y cúbito.
Movilizaciones globalesde muñeca.
Tratamiento de la musculatura y tejidos blandos para corregir las compensaciones del largo periodo de inmovilización.
Electroterapiaantiinflamatoria: US, láser, magnetoterapia (ayuda a la consolidación ósea), onda corta…
Ejercicios de estabilidad ypropioceptivos de muñeca.
Ejercicios de potenciación de muñeca y de musculatura de miembro superior.
Recuperar la funcionalidad del complejo hombro–codo–mano.

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Una calcificación es un depósito de calcio que puede tener lugar en las arterias, las mamas,piedras en los riñones, los tendones, etc. Uno de los lugares más comunes en los pacientes es en los manguitos de los rotadores, espacialmente en el el tendón del músculo supraespinoso. Esta acumulación de calcio en el tendón hace que éste se endurezca, como un callo.
Síntomas.
Las calcificaciones en los tendones suelen diagnosticarse por palpación y, sobre todo en las radiografías. Pero los síntomas principales suelen ser:
Limitación de movimiento.
Dolor en reposo.
Dolor al mover la articulación.
Pérdida de fuerza.
En la calcificación del supraespinoso suele suceder entre 30-50 años.
 
CALCIFICACIONES: QUÉ SON Y CÓMO PUEDE AYUDARTE LA FISIOTERAPIA
Causas.
Microtraumatismos. Pequeños desgarros.
Trastornos degenerativos.
Envejecimiento y disminución del riego sanguíneo.
Causas genéticas. Parece claro que hay gente que tiene más tendencia a crear calcificaciones.
Mala alimentación.
 
Tratamiento.
Las calcificaciones pueden tratarse con fisioterapia si no se han formado o en casos levels.
Si ya están formadas, suelen tratarse con infiltración por corticoides, o antiinflamatorios, y por ondas de choque (para romperlas). En casos más serios puede usarse la cirugía (artroscopia).
La fisioterapia está muy indicada para la rehabilitación. Ayuda a disminuir el dolor, evitar la rigidez y recuperar la movilidad. El uso de electroterapia, manipulaciones, crioterapia, estiramientos y ejercicios ayudan al fisioterapeuta a aliviar al paciente.
Además de ayudarte en la recuperación, y a romper las calcificaciones con ondas de choque, el fisioterapeuta puede aconsejarte sobre los ejercicios a realizar para evitar que vuelvan a formarse. Como siempre la prevención es la mejor medicina.
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septiembre 10, 2021 Información actual

Los síntomas de la rotura y la contractura muscular son muy similares: una sensación de que la vaina de fibras se «encoge», a la vez de que quema, y, normalmente, no puedes seguir corriendo. Pero pueden dar lugar a equivocaciones.

 

¿CUÁL ES LA DIFERENCIA?

En el caso de la contractura, el músculo simplemente se encoge, se forma una bola, pero no hay rotura fibrilar. Es lo que suele suceder tras una sobrecarga producida por un exceso de entrenamiento, y, con una o varias sesiones de masaje, esa contractura se suele «rebajar».

Si, por el contrario, esa contractura es muy pronunciada, tal vez necesites cuatro o seis días de reposo, para que el fisioterapeuta pueda empezar a trabajar sobre ella, ya que en un primer momento, si la inflamación es muy grande, te dolería mucho, y por ello, en casos así, es mejor dejar unas horas para que dicha inflamación se rebaje.

Durante este espacio de tiempo es bueno el que, si puedes, vayas rodando suave. Así se incrementa la circulación sanguínea, el músculo entra en calor y el hematoma se suele rebajar.

¿Y SI HAY ROTURA?

Por el contrario, si hay rotura, quiere decir que por algún punto el músculo se ha roto, y un numero de fibras se ha «cortado». En este caso el trabajo de masaje también es importante, normalmente al partir del segundo o tercer día, pero el atleta ha de asumir que no podrá correr hasta pasadas tres, cuatro o incluso cinco semanas, en función de grado de rotura fibrilar que haya padecido.

Diferencias entre contractura y rotura

Los síntomas de la rotura y la contractura muscular son muy similares: una sensación de que la vaina de fibras se «encoge», a la vez de que quema, y, normalmente, no puedes seguir corriendo. Pero pueden dar lugar a equivocaciones

 

¿CÓMO DEBES RECUPERARTE?

Con masajes, desde el momento en que tu fisioterapeuta o tu masajista te lo aconseje, y con el binomio «frío-calor», para que el flujo sanguíneo se revitalice y la inflamación se reduzca.

Deberías ponerte hielo sobre la zona afectada varias veces al día, por espacio de 10 minutos (a partir de ese tiempo el efecto positivo empieza a descender), y, posteriormente, puedes ponerte pomada antiinflamatoria o, en el mejor de los casos, árnica. Eso sí, el hielo no te lo pongas directamente sobre la piel. Ponte una bosla o un trapo entre el hielo y la piel para evitar quemaduras.

Es importante que no olvidemos cuál es la mejor medicina: la prevención. Por eso, cuando no tengamos lesiones, es importante que nos acordemos de estirar antes y después de cada entrenamiento, así como de ir al masajista, si es posible, una vez a la semana, o, cuanto menos, una vez cada dos, para que lleve acabo la preceptiva «descarga» muscular.

Y, sobre todo, debes tener paciencia. Las lesiones son parte de la vida del deportista, como lo son los récords, los fracasos, las malas carreras, las buenas, las victorias personales, etc.

En definitiva, en la vida del atleta, como en cualquier otro parámetro de nuestra existencia, hay momentos buenos y malos.

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Seguro que nadie ha pasado por alto en los juegos olímpicos las marcas que mostraba tras haber recibido un tratamiento mediante ventosas, o cupping. Tras esta aparición, muchos pacientes han querido probar esta técnica, muchos fisioterapeutas se han formado en ella y otros muchos otros la desechan por falta de evidencia científica. ¿Existen estudios que muestren su eficacia? ¿Aunque no los existan, producen beneficios o es sólo un placebo? ¿Presentan riesgos si no se aplican correctamente? Vamos a hablar de ello.

 

 

 

EN QUÉ CONSISTE EL CUPPING

El “cupping” o la terapia con ventosas, se utiliza en la medicina tradicional china y data de más de 2000 años de antigüedad. El mecanismo de acción no está claro, pero algunos investigadores sugieren que la colocación de las ventosas en puntos concretos de la piel, produce una succión que provoca hiperemia o hemólisis, con resultados terapéuticos.

Según la medicina tradicional china, estos puntos donde se colocan las ventosas son los puntos Ashi, y existen diferentes métodos de aplicación. El método tradicional se realiza encendiendo un trozo de algodón, que se coloca en una ventosa de vidrio, produciendo una combustión de oxígeno que genera un vacío, succionando la piel. En la terapia occidental, los fisioterapeutas utilizan ventosas de plástico con una válvula. Los modos de aplicación son los siguientes:

Ventosas fijas (retained cupping): se fija la ventosa de 3’ a 5’sobre puntos específicos para tratar aquellos puntos reflejos viscerales, así como para el tratamiento muscular.

Masaje con ventosa (moving cupping): se aplica aceite para favorecer el deslizamiento de la ventosa, realizando un masaje con un objetivo circulatorio.

Ventosa rápida (flash cupping): se colocan las ventosas produciendo el vacío y se retiran de inmediato (3´´-4´´).

Sangrado con ventosa (needing cupping):  Se pincha la piel en una zona congestionada o inflamada, y se coloca la ventosa provocando un pequeño sangrado.

El tiempo de aplicación depende de la tolerancia que existe en el tejido. Las reacciones que provoca son poco frecuentes pero normales en el tratamiento: hematomas o marcas circulares.

¿QUÉ EFECTOS FISIOLÓGICOS PRODUCE EL CUPPING?

Si observamos la información en la red, de profesionales y formaciones en fisioterapia, podemos ver que los beneficios que tiene la terapia del cupping son los siguientes:

Aumento de la circulación sanguínea y linfática

Disminución del dolor

Aumento del metabolismo

Aumento de la nutrición y oxigenación tisular

Hiperemia local

Depuración

Liberación miofascial

Efecto relajante muscular. Disminución del dolor musculoesquelético

Disminución de la inflamación

Muchos de estos beneficios son vistos en la práctica clínica y confirmados por los pacientes, pero debemos consultar la literatura científica para comprobar si es un efecto placebo o realmente esta técnica es tan efectiva.

¿QUÉ NOS DICE LA EVIDENCIA CIENTÍFICA?

 

Los estudios muestran que la aplicación de ventosas para el dolor de espalda es efectiva, mediante el mecanismo de congestión e interrupción de la circulación sanguínea, deteniendo los procesos inflamatorios. Otros estudios postulan que el cupping podría dirigirse al sistema nervioso autónomo y ayudar a reducir el dolor. Los resultados de la más reciente revisión sistemática muestran efectividad para tratar disfunciones como el herpes zóster, acné, parálisis facial y espondilosis cervical.

La técnica de ventosas combinada con otros tratamientos muestran resultados positivos, y su bajo  coste,  su  fácil  aplicación  y  sus  escasos efectos adversos, hacen de esta técnica un tratamiento de elección para el manejo del dolor. No muestra interacciones combinada con otras terapias y los efectos secundarios derivados son muy bajos.

De manera similar a la acupuntura, el cupping está basado en canales energéticos (meridianos) y puntos de acupuntura. Pero, desde el punto de vista de la medicina occidental, existe poca evidencia. Las revisiones sistemáticas, incluso realizadas por profesionales de la medicina tradicional china, sugieren que se debe investigar más para estandarizar los protocolos: tipos de ventosas, número de sesiones y frecuencia, etc.

 

Todos los autores concluyen en que los resultados no son significativos como para afirmar conclusiones, y es necesario continuar en la línea de investigación para elaborar conclusiones definitivas.



La participación de los fisioterapeutas en el tratamiento de pacientes con COVID-19 aumenta o disminuye en función del grado de afectación de la enfermedad de los pacientes con COVID-19. No obstante, en cualquiera de los casos son los responsables de devolver la funcionalidad a los pacientes.

Desde el punto de vista respiratorio, los pacientes aprenden a hacer una respiración más consciente, que les ayudará a controlar la angustia en momentos de dificultad respiratoria y mejorarán, así, la capacidad respiratoria. Esto provocará un mejor intercambio de oxígeno de los tejidos de todo el cuerpo.

En lo que respecta al aparato locomotor, la fisioterapia tiene por objetivo combatir la falta de movimiento, y así evitar la atrofia muscular, la limitación en la movilidad articular, y prevenir alteraciones como úlceras por decúbito, y afectaciones vasculares, entre otras.

De acuerdo al estado de gravedad del paciente, el tratamiento se hará de una forma más o menos activa, una vez que el paciente esté estabilizado.

En pacientes sedados o con bajo nivel de conciencia, el tratamiento recomendado es pasivo, ya que el paciente puede presentar debilidad y pérdida de masa muscular (miopatía).

Es importante, asimismo, tomar en consideración si el paciente respira de forma autónoma o si requiere asistencia mecánica.

A medida que el paciente vaya conectando con su entorno, es importante hacerle colaborar, siempre que su capacidad funcional lo permita.

En esta fase es importante un apoyo emocional extra, debido que no puede estar acompañado por su familia.

Durante la hospitalización, el nivel de colaboración del paciente es mucho más relevante. Resulta conveniente seguir una pauta activa o asistida, tanto de las extremidades como respiratoria. También, es importante la movilización de las secreciones y la expectoración, así como la recuperación del volumen respiratorio. De igual manera, se intensificará el trabajo activo o asistido del aparato locomotor.

Hay que facilitar que los pacientes estén el mayor tiempo posible sentados y que recuperen poco a poco la capacidad de caminar.

Hay que considerar que una vez que el paciente ha superado la enfermedad, puede continuar con secuelas, por la falta de movilización y por la afectación multiorgánica.

Por lo anterior, resulta necesario reforzar su autonomía, para poder dar el alta hospitalaria.

En muchos casos todavía dependerán de la oxigenoterapia para mantener sus niveles de saturación de oxígeno en niveles óptimos.

Al trabajar activamente en sesiones de mañana y tarde los siete días de la semana, existen pacientes que se cansan enseguida, con los que hay que ir trabajando y respetando la necesidad de hacer pausas.

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La enfermedad de Crohn es una patología que causa la inflamación de diferentes localizaciones del tubo digestivo. Pertenece al grupo de enfermedades inflamatorias intestinales (EII). Normalmente la inflamación se produce en el íleon, que es el extremo inferior del intestino delgado que se comunica con el principio del intestino grueso, aunque también puede afectar a cualquier otra parte del tubo digestivo, incluidos la boca o el ano.

La enfermedad de Crohn es crónica y no tiene cura. La patología no sigue una línea de evolución determinada, sino que los síntomas pueden aparecer de forma aguda, causar graves molestias y remitir en cualquier momento; en algunas ocasiones, pueden pasar largos periodos de tiempo sin que los síntomas se manifiesten. Aunque la enfermedad puede aparecer en cualquier momento de la vida, es más común entre las personas de 15 a 35 años.

Causas

La causa exacta de aparición de la enfermedad de Crohn se desconoce, aunque sí se sabe que la afección se presenta debido a un trastorno autoinmunitario que se produce cuando el propio sistema ataca al tejido corporal sano del tubo digestivo. Cuando estas partes son atacadas, las paredes intestinales se inflaman.

Aunque se desconozca el porqué de este trastorno del sistema inmunitario, existen una serie de factores de riesgo que podrían condicionar su aparición:

  • Factores genéticos: En la actualidad se cree que uno de los factores que pueden determinar el desarrollo de la enfermedad de Crohn están en la genética, es decir, que tiene un componente hereditario.
  • Problemas del sistema inmunológico: En algunas ocasiones, el sistema inmunitario puede reaccionar de forma exagerada contra bacterias cuya presencia en el intestino es normal; esto provocaría que el sistema inmune atacara el tubo digestivo.
  • Factores ambientales: Como la alimentación, la higiene, agentes infecciosos, tabaquismo o, incluso, la alimentación materna durante el embarazo y algunas infecciones desarrolladas en la infancia.

Los síntomas pueden ser:

  • Dolor y cólicos abdominales.
  • Diarrea, que puede estar acompañada de sangre.
  • Fiebre.
  • Falta de apetito.
  • Hinchazón.
  • Pérdida de peso.
  • Sensación frecuente de necesidad de defecar, aunque ya se haya evacuado, lo que acarrea cólicos, dolor y esfuerzo.
  • Estreñimiento.
  • Aparición de fístulas (conducto anormal que comunica órganos con el exterior o con otros órganos).
  • Dolor articular.
  • Úlceras bucales y/o cutáneas.

La enfermedad de Crohn puede afectar a varias localizaciones del tubo digestivo, presentando una sintomatología diferente:

  • Ileítis: Cuando la patología afecta al íleon o parte final del intestino delgado. Causa dolor en la zona abdominal inferior derecha, que puede agravarse tras la ingesta de alimentos o la evacuación (sobre todo si se presenta en forma de diarrea). Puede causar la aparición de fístulas y estenosis.
  • Colitis: Se produce cuando la enfermedad afecta al intestino grueso y no al delgado. Puede afectar a una o varias partes del mismo. Sus principales síntomas son pérdida de peso, fiebre, inflamación articular, manifestaciones oculares y cutáneas, y desarrollo de enfermedad perianal.
  • Íleo-colitis: En este caso, la enfermedad de Crohn afecta al íleon del intestino delgado y a las zonas del intestino grueso más próximas. Es la localización más frecuente de la patología. Suele provocar dolor abdominal, diarrea, fiebre, obstrucción intestinal y fístulas.
  • Gastrointestinal alta: Afecta a partes del intestino delgado próximas al íleon, como el duodeno y el yeyuno, y al estómago. Es la localización menos frecuente y suele presentarse de forma conjunta con alguno de los tipos o zonas anteriores. Sus manifestaciones más frecuentes comprenden dispepsia y vómitos.

Tratamientos

No existe un tratamiento específico para curar la enfermedad de Crohn, sino que lo más habitual es tomar fármacos que ayuden a aliviar los síntomas. Los medicamentos que se suelen utilizar en estos casos son corticoesteroides y antiinflamatorios; en personas que sufren una enfermedad anal se recomiendan fármacos con efectos en el sistema inmunitario. En algunas ocasiones, las consecuencias de esta patología pueden forzar una intervención quirúrgica, como sucede en casos de fístulas, obstrucción o perforación del intestino, o hemorragia excesiva. La cirugía tiene el objetivo de extirpar la parte dañada del intestino grueso o delgado, aunque en casos determinados es necesario extirpar la totalidad del intestino grueso. En otras ocasiones también es necesario practicar una ileostomía (desvío de las heces fecales hacia el exterior a través de una abertura del íleon). Aunque el tratamiento inicial siempre pasa por el uso de fármacos, la Sociedad Americana de Cirujanos de Colon y Recto destaca que la cirugía acaba siendo necesaria en el 75 por ciento de los casos.

Aunque los fármacos son necesarios para poder mantener la calidad de vida, una parte del tratamiento de la enfermedad de Crohn pasa por el autocuidado, en concreto por seguir una alimentación adecuada. No existen estudios que recojan dietas específicas para  esta patología, sin embargo, algunos alimentos y hábitos alimenticios pueden servir a la hora de paliar sus síntomas:

  • Evitar el consumo de alimentos que pueden producir gases: Eliminar de la dieta productos como las legumbres y otros alimentos que tienen tendencia a provocar gases y flatulencias mejora el pronóstico de la enfermedad.
  • Realizar pequeñas ingestas a lo largo del día: En estos casos, lo recomendable es hacer más comidas al día con pocas cantidades de alimento, con el objetivo de evitar digestiones pesadas.
  • Beber mucha agua: También se recomienda hacerlo en pequeñas cantidades.
  • Restringir o evitar alimentos ricos en fibra: Intentar evitar la ingesta de nueces, semillas, salvado de trigo, avena y otros productos que contengan fibra.
  • Evitar la ingesta de grasas: Los alimentos ricos en grasas, como algunas salsas, los fritos, la mantequilla, etcétera, no son recomendables en casos de enfermedad de Crohn.
  • Reducir el consumo de productos lácteos: Algunas personas tienen problemas para digerir los productos lácteos, como la leche o el queso, relacionados con la tolerancia a la lactosa; sufrir enfermedad de Crohn agravaría sus síntomas.

El estrés es otro de los factores que tienden a empeorar los problemas digestivos, por lo que es recomendable manejarlo y reducirlo en el caso de sufrir enfemedad de Crohn.

Fernando Santa Isabel

Para más información en ACCU

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El corazón es nuestro motor, nuestro bien más preciado, el que nos va a permitir seguir adelante y, por esta razón, debemos cuidarlo. Lo que sucede es que el ritmo acelerado de las sociedades occidentales lo somete a unos niveles elevados de estrés. Tanto es así que las enfermedades cardiacas se han convertido en la primera causa de muerte en los países desarrollados.

Pero más allá de las cifras, quien más quien menos tiene algún amigo o familiar que padece algún tipo de problema cardiaco, lo que les obliga a plantearse cambios en sus hábitos y actividades diarias.

Lo curioso es que en muchos casos, por suerte cada vez menos, sólo se da uno cuenta de que no hace las cosas del todo bien hasta que le sucede un hecho negativo. En ese momento sí que nos planteamos mejorar (dejar de fumar, comer mejor, empezar a hacer ejercicio…).

Lo ideal sería que no llegásemos a esos extremos sino que de manera rutinaria siguiéramos unos hábitos saludables. Por ejemplo, a nivel de actividad física, sólo el hecho de caminar 30 minutos diarios a un ritmo moderado ya reduce las posibilidades de sufrir algún problema cardiaco, ¿no es tan difícil de incorporar a nuestros hábitos, verdad?

Siempre se está a tiempo de mejorar y reducir los riesgos. Pero en el caso de que ya se sufra alguna enfermedad todavía debemos centrarnos más en cuidar nuestro tesoro. Un corazón enfermo no hay que abandonarlo sino todo lo contrario, hay que vigilar aun más y seguir unas pautas muy claras. Existen rutinas de ejercicios tanto de seguimiento en servicios hospitalarios o centros médicos como en clubs deportivos o bien pensados para realizar en casa que pueden mejorar la calidad de vida del enfermo.

Antes de empezar

Seguramente será el propio médico quien recomiende la práctica de ejercicio. Si no es así, antes de iniciarse, es importante conocer cuál es el estado de salud real y concertar una visita. De esta manera, además de saber los antecedentes que han llevado a la persona a sufrir la enfermedad, lo más probable es que éste realice una prueba de esfuerzo, con la que podrá ver en tiempo real las adaptaciones del corazón a un esfuerzo. Se puede hacer en la cinta continua o en la bicicleta, y con los datos obtenidos podrá recomendar el tipo de actividad que mejor se adapta a sus necesidades dentro de un marco de seguridad.

Depende de la importancia de la enfermedad de cada persona, las pautas serán diferentes y probablemente muy personalizadas, pero en la mayoría de los casos se aconseja actividad aeróbica, aquélla en la que básicamente se utiliza oxígeno para conseguir energía: andar, ir en bicicleta, hacer remo, nadar…

Si la persona acaba de salir de un episodio cardiaco agudo normalmente se pauta actividad supervisada en un centro de rehabilitación donde los profesionales hacen un seguimiento exhaustivo para conseguir la mejora y la readaptación a las actividades habituales.

Cuando ya ha pasado más tiempo o se ha estabilizado, la actividad aeróbica puede ser parte de la rutina recomendada (bicicleta, nadar o por qué no, actividades tipo aquagym).

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He encontrado este curioso articulo para este día de esta terrible enfermedad que parece que va en aumento, poca personas conozco que tengan un familiar o un amigo que haya pasado por esta situación, yo me sumo a la lucha contra el Cáncer de mama.

 

¿Quien fue el primero en descubrir el cáncer de mama y en qué año?

– No es tan fácil de responder como usted piensa. El cáncer de mama es una enfermedad tan antigua como la humanidad. Como es muy fácil apreciarla desde fuera una vez que ha crecido lo suficiente, es probable que se la conozca desde siempre. Hay fósiles de huesos pertenecientes a homínidos con lesiones que se han interpretado como probables metástasis de cáncer de mama.

La descripción más antigua del cáncer de mama se puede hallar, nada más y nada menos, que en el Papiro de Edwin Smith, un documento egipcio sobre medicina y otros asuntos datado tres mil años antes de Jesucristo. Junto con el babilonio Codigo de Hammurabi, es el documento relativo a la práctica de la medicina más antiguo que se conoce. Parece ser que los egipcios trataban el cáncer de mama con el cauterio. Un hierro al rojo vivo, vamos. Claro, que la anestesia se descubrió más de cuatro mil quinientos años después.

La primera representación de una mastectomía o extirpación de la mama corresponde a Andreas Vesalio, un anatomista que vivió en Flandes en el siglo XVI. Pero la primera descripción verdaderamente completa de la enfermedad corresponde al médico francés Le Dran, que vivió y practicó en París entre 1685 y 1770.

Detalló cómo el cáncer se extendía de la mama a los ganglios de la axila y, de allí, al resto del cuerpo. Fue el primero en señalar que la afectación de estos ganglios marca un mal pronóstico. Cuatrocientos años después, los oncólogos seguimos apoyándonos en este dato para aconsejar algunos tratamientos de quimioterapia.

RICARDO CUBEDO
Servicio de Oncología Médica, Clínica Universitaria Puerta de Hierro (MADRID)



Las personas mayores no queman la grasa almacenada tan eficazmente como los adultos jóvenes

Investigadores de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, han descrito cómo los sistemas nerviosos y el sistema inmunológico hablan entre sí para controlar el metabolismo y la inflamación. Su descubrimiento, publicado en ‘Nature’, ayuda a los científicos a comprender por qué los adultos mayores no queman la grasa del vientre almacenada, lo que eleva el riesgo de enfermedades crónicas y apunta a posibles enfoques terapéuticos para atacar el problema, según los autores.

Los adultos mayores, independientemente del peso corporal, suelen tener un aumento de la grasa del vientre. Sin embargo, cuando necesitan gastar energía, las personas mayores no queman la energía almacenada en las células grasas tan eficientemente como los adultos más jóvenes, lo que lleva a la dañina acumulación de grasa del vientre, pero la causa subyacente de esta falta de respuesta en las células grasas se desconoce.

En su trabajo, el director de la investigación, Vishwa Dixit, profesor de Medicina Comparativa e Inmunobiología en la Universidad de Yale, y sus colaboradores del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Tennessee, Estados Unidos, y la Universidad de Bonn, Alemania, se centraron en células inmunitarias especializadas conocidas como macrófagos, que suelen estar involucradas en el control de infecciones.

El laboratorio de Dixit descubrió un nuevo tipo de macrófago que reside en los nervios de la grasa del vientre. Estos macrófagos asociados a los nervios se inflaman con la edad y no permiten que los neurotransmisores, que son mensajeros químicos, funcionen correctamente.

Los adultos mayores, independientemente del peso corporal, suelen tener un aumento la grasa del vientre.

Los científicos también aislaron células inmunes del tejido graso de ratones jóvenes y viejos, y luego secuenciaron el genoma para entender el problema. «Descubrimos que los macrófagos envejecidos pueden descomponer los neurotransmisores llamados catecolaminas y, por lo tanto, no permiten que las células de grasa suministren combustible cuando surge la demanda«, explica Dixit, que también es miembro del Centro de Investigación sobre Envejecimiento de Yale.

La ‘charla’ de las células inmunes y el sistema nervioso

Los investigadores encontraron que cuando disminuyeron un receptor específico que controla la inflamación, el inflamasoma NLRP3, en los macrófagos envejecidos, las catecolaminas podrían actuar para inducir la descomposición de la grasa, similar a como sucede en los ratones jóvenes. «El hallazgo clave es que las células inmunes hablan con el sistema nervioso para controlar el metabolismo», dice Dixit.

En otros experimentos, los investigadores bloquearon una enzima que se incrementa en macrófagos envejecidos, restaurando el metabolismo normal de grasas en ratones más viejos. Dixit observó que esta enzima, la monoaminO oxidasa-A o MAOA, es inhibida por los fármacos existentes para el tratamiento de la depresión.
«Teóricamente, uno podría reutilizar estos fármacos inhibidores de MAOA para mejorar el metabolismo en individuos de edad», dice. Pero también advirtió que se necesita más investigación para dirigir específicamente estos fármacos a la grasa del vientre y para probar la seguridad de este enfoque.

En futuras investigaciones, Dixit y sus colegas examinarán más a fondo las células inmunes y su interacción con los nervios, y cómo este diálogo neuro-inmune controla la salud y la enfermedad. Si el control de la inflamación en el envejecimiento de las células inmunes puede mejorar el metabolismo, puede tener otros efectos positivos sobre el sistema nervioso o sobre el proceso de envejecimiento en sí, dicen los investigadores.

«El propósito de nuestra investigación es entender mejor las interacciones de las células inmunes con los nervios y las células de grasa para reducir potencialmente la grasa del vientre, mejorar el metabolismo y mejorar el rendimiento en los ancianos«, apunta Christina D. Camell, primera autora del estudio.

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